Por mi ventana de al ver verás, brilla un rayo al amanecer, las horas ya no pasan, las heridas se han ido, todo dura un instante, todo dura un instante, para toda la vida.
Tenemos dos mundos diferentes. El "Flaco" es un fenómeno como cantautor y yo soy sólo un músico. Siempre me costó entender la poesía cantada. Soy de los que creen que la poesía tiene su propia música y la música su propia poesía. Laura me lee las canciones de Silvio Rodríguez o del "Flaco" y me parecen bárbaras, y ellos le ponen una música apropiada a lo que crean. Buscan la belleza en esa conjunción. Spinetta es uno de los tipos más honestos que conocí en nuestro medio.
Cuando todo entra en calma suele ser un buen momento para concluir. En el sereno crepúsculo cada melodía retoma su armonía fundiéndose al silencio. Todos nos hacemos uno con la tierra cuando dejamos de vibrar. Y existen seres que, una vez alcanzado su momento, se van como vinieron y en el camino dejan un poco más de belleza en el mundo. Eso es lo que duele al saberlos partiendo. La travesía del Flaco logró conmover algo sagrado, algo que sin saberlo cada uno de nosotros lleva dentro como un sedimento en lo más latente de nuestra esencia de humanidad. Es ésta la historia del que espera para despertar.
La lógica de lo imprevisible
La huella de un dedo es la huella de ese dedo y nada más. La configuración de la estructura delata un solo dueño. La obra de Luis Alberto Spinetta cimenta una contigüidad imposible de eludir, que señala el camino, abriendo las aguas y dejando entrever un mensaje claro y sincero.
Desde el envoltorio de cartón verde trapezoidal que envolvía al disco, Artaud trazaba una traducción irreverente de un tiempo convulsionado. Juan Domingo Perón volvía a ser presidente, mientras el país se debatía entre la esperanzada visión de un nuevo camino y el estrépito de la violencia armada.
Ya en la época en la que formaba parte de Los Larkins y Los Sbirros, bandas seminales de lo que luego sería Almendra, el Flaco con 15 años recitaba "si no canto lo que siento/me voy a morir por dentro... ya lo estoy queriendo/ya me estoy volviendo canción", manifiesto de un ser/humano destinado a la eternidad, camaleónico y persistente, que tuvo como misión hacer de sí mismo una representación de lo etéreo, dejando este mundo sin dejarlo realmente.
Spinetta era la vanguardia. Siempre evadiendo la ruta tradicional, tomando la posta y yendo hacia adelante, hacia un mañana que era el de todos, pero que él era el primero en habitar. El Flaco tenía 18 años cuando tomó el mando de esta especie de túnel del tiempo que se llamó Almendra. Junto a él estaban Emilio Del Guercio en bajo, Edelmiro Molinari en guitarra haciendo coros y Rodolfo García en batería. En sus melodías había resabios de la infinita marea Beatle que todo lo tocaba, concentradas con la sangre tanguera y el espíritu folklórico de un rock nacional que recién veía la luz. En ese primer disco de Almendra, Spinetta lograba la fusión de los elementos para hacer surgir, como un alquimista de sonidos, el oro de entre las cenizas. En sus canciones se fundía a Piazzolla con Liverpool, el cemento de la ciudad con el espacio interestelar, lo íntimo y cotidiano con la fantasía; y se jugaba a cada momento en la distopía de un mundo extraño que era el mundo en el que se vivía día a día. Para el Flaco ésto fue su primera sala de experimentación, haciendo de las palabras su materia prima para deconstruir el lenguaje. Tanta evolución fue lo que a fin de cuentas siempre lo terminó dejando solo. Como buen vanguardista
La caja de Pandora
Sabiéndose sólo, el Flaco comienza un nuevo camino a comienzos de los 70, esta vez jugueteando inquieto en los jardines de un lugar distinto del que venía transitando. En este tramo se le unen Pappo, Miguel Abuelo y Pomo Lorenzo, entre otros, para plasmar un "anti-disco", experimento en el que, oficiando como maestro de ceremonias, un Spinetta chamán dirige el ritual en el que se unen el blues, la espontaneidad y el desparpajo.
Después de este álbum, grabado en un día, el Flaco parte de manera indeterminada hacia Brasil, Estados Unidos y Europa para volver siete meses después a conformar Pescado Rabioso. Nuevamente se adelanta a todo vaticinio navegando en el rock más ácido y pesado.
En septiembre de 1972 Pescado edita Desatormentándonos, un disco que destilaba, bajo el énfasis del blues, un sonido crudo, violento y paradójicamente sinfónico, para luego entregar en febrero de 1973, Pescado 2, volumen doble, que daba cuenta de un despliegue poético que hasta ese momento Luis había mantenido en un segundo plano en este nuevo proyecto. Haciendo referencia a este periodo, Spinetta recuerda: "Viendo con perspectiva lo que fue Pescado Rabioso, creo que se dio un procedimiento al revés que en Almendra. Si el primer disco de Almendra fue dulce y el segundo fue agresivo, en Pescado sucedió que a la altura del segundo disco yo traté de almendrizar el sonido. Después en Invisible creo que llegué a la toma de conciencia de un punto de equilibrio entre ambos mundos".
De a poco, este desarrollo personal en la composición y en la dirección del sonido produce en la banda un efecto similar al que había sucedido años antes con Almendra. Spinetta empezaba a quedarse solo nuevamente. Lebón, Black Amaya y Cutaia, orientándose hacia un estilo más rockero, dejan de lado la visión del Flaco, que, una vez más quizás siendo incomprendido, remonta su obra, ahora como solista, aunque manteniendo el nombre de la banda. En este contexto, aderezado por el inquieto panorama histórico-político que reinaba en la Argentina de 1973, es que Spinetta se reinventa y crea lo que para muchos sería su opus magnum: Artaud.
Desde el envoltorio de cartón verde trapezoidal que envolvía al disco, Artaud trazaba una traducción irreverente de un tiempo convulsionado. Juan Domingo Perón volvía a ser presidente, mientras el país se debatía entre la esperanzada visión de un nuevo camino y el estrépito de la violencia armada. El Flaco, esta vez escoltado por Del Guercio y García (sus excompañeros en Almendra) y su hermano Gustavo, daba cuenta del impacto inconsciente que le habían producido las lecturas del dramaturgo francés Antonin Artaud y las cartas de Vincent Van Gogh a su hermano Theo. La seducción surrealista de las mismas era solamente parte de un juego de exorcismo de los poetas malditos, en el cual Spinetta abría un portal de luz entre el cinismo y la oscuridad, compartiendo la visión de un mañana más claro: el juego exponía una respuesta alternativa decididamente personal.
La caja de sorpresas se abre disparando ideas, desestabilizando la retórica y el canon establecido, con movimientos acústicos brillantes ("Todas las hojas son del viento") y arremetidas eléctricas que resuenan hasta el presente ("Bajan"); improvisando con golpes de timón delicados ("A Starosta, el idiota") o siendo reflejo de la cruel realidad ("Cantata de puentes amarillos"), siempre en pos de un estado de fraternidad general que busca atentamente la esperanza en medio del desconcierto y la desesperación.
Seguir viviendo sin tu amor
Después de Artaud, el Flaco se consolida como el adalid de una lírica distinta, siempre obsesionado por descubrir la armonía exacta sin lujos, ni virtuosismo innecesarios. Con Invisible se encarga de explotar a fondo la experiencia obtenida en los últimos diez años, con tres discos que guardan preciosas piezas de colección difíciles de catalogar: "Durazno sangrando", "El anillo del capitán Beto", "Que ves el cielo", "Las golondrinas de la Plaza de Mayo". Con Spinetta Jade el Flaco incursiona en el jazz y se acerca a su veta más popular cambiando de integrantes (por las filas de esta banda pasarían Lito Vitale, Pedro Aznar, Emilio Del Guercio en producción, Lito Epumer y un largo etcétera) y de estilo, intentando quizás acercarse una vez al público sin abandonar su sello poético.
A mediados de la década del 80 se unirá "fallidamente" con Charly, dejando para la historia de nuestro rock la perla que es "Rezo por vos" y más tarde haría pareja musical con Fito, creando un álbum más de ensamble que de colaboración: La, la, la.
Entre tanto, Luis seguiría su exploración perpetua, acompañado o solo, dejando una sucesión de discos, canciones, poemas y un sonido que pasó a ser el registro de un alma en su búsqueda infinita de luz. Porque era quizás su misión, porque no podía desprenderse del devenir constante de su espíritu, porque para él tomar el camino alternativo no era hacerse de un atajo, sino más bien salir a conocer sin concesiones lo que a los demás nos está vedado...como un conquistador, como un explorador que se aleja solo para descubrir qué hay más allá.
El 8 de febrero a la tarde pasó una brisa por la esquina más sensible de nuestros corazones. Se iba el Flaco de este mundo y nos dejaba huérfanos, llorando lágrimas de mil años, soñando un sueño despacito hasta despertarnos de este hoy para convocarnos siempre a un mañana más claro
Y a mí, que me siento un pequeño músico, frente a músicas que son el cielo, me encanta poder difundir algunas ideas que creo que son válidas. Me encanta poder hablar de lo sagrado que tiene el sonido, de esa arcilla con la que, si se tiene la visión del cielo, se puede elaborar el cielo
Allá ha de andar Luis en poco tiempo, a 18 minutos del sol, merodeando por el cosmos -ese al que tanto le ha cantado-, perforando el cenit con su clásica guitarra roja -o la que se le cante- montando un ave seca; viajando en gabinetes espaciales o, mejor aún, trepando a la escotilla de Beto para alcanzar a su madre en años luz y acariciarla.
Seguramente abrirá allí nuevos debates sobre otras ecologías, rumbos y sueños postergados por el hombre.
Miguel Ángel Dente, autor de Tícher de Luz, una guía spinettiana, libro sobre Spinetta editado en el 2010
