Siempre me han gustado los monstruos y las películas de monstruos. Tenía la sensación de que la mayoría de esos monstruos eran unos incomprendidos y que solían tener más corazón y alma que los humanos que los rodeaban. Esas películas fueron mis cuentos de hadas
Hecho de humanos despojos
acaba de abrir sus ojos
quien con tan siome figura
nació de una sepultura.
Mi nombre no le daré,
de aquí en más lo llamaré:
la criatura.
F, de Freak.
Saludos amigos. Si ustedes están interesados en lo misterioso, en lo fantástico, en lo inexplicable, han abierto la revista en la página correcta. Bienvenidos a la casa del espanto de Tim Burton. Aquí hallarán confundiéndose entre las sombras, descolgándose del techo o saliendo a tomar aire de bajo tierra, una galería sin par de singulares personajes: el millonario Bruno Díaz, que de noche sale a golpear villanos vestido de apretado látex; Eduardo, con tijeras por manos, maestro en el diseño de raros peinados nuevos y en la jardinería de fantasía; Jack Skellington, rey de los esqueletos, que cansado de asustar, organiza la Navidad más escalofriante de todas; la Sra. Lovett, que hace las tartas más sabrosas y caníbales de la Inglaterra victoriana. Y siguen desfilando en la memoria: un exorcista de humanos, marcianos gruñones con apetito para la destrucción y pistolas de juguete. Y un niño, que soñaba con vivir en las películas de terror y vivir emociones monstruosas, que a veces se llama Vincent y otras veces se llama Tim.
Esta armada fenomenal batalla contra la normalidad. El común de los normales funciona en masa: todos asustados ante lo diferente, alienados y feroces. Los campesinos con antorchas que perseguían a la creación de Víctor Frankenstein son hoy los pobladores del barrio residencial de siniestros tonos pastel de El joven manos de tijera.
El héroe de Burton es un freak que habita en un mundo de cuentos de hadas, pero como los de antes, donde reina lo extraño, lo oscuro y no pocas veces, el horror. Jack, por ejemplo, se siente disconforme, necesita cambiar de aire, se pierde en el bosque de las fiestas populares y decide que este año, la tierra de Halloween va a organizar la Navidad. Y toda la comunidad lo apoya. Raptan a “Santa Atroz” y ponen manos a la obra. Pero, a la hora de los regalos y los buenos sentimientos, Jack no es bien recibido y su trineo es bajado a cañonazos por campesinos un poco mejor equipados. El héroe de los cuentos de hadas hace un viaje, vence los obstáculos y vuelve a la comunidad. A su vuelta es otro; la aventura lo ha dotado de un bien, le ha dado experiencia. Jack es ahora un superfreak y el próximo Halloween va a ser inolvidable.
De otros mundos
Hay otros mundos dentro del nuestro, eso lo sabe cualquier niño y lo olvidan la mayoría de los adultos. El pasaje de un mundo a otro es algo simple pero único: un ticket dorado, una voz que empieza había una vez, una melodía de Danny Elfman.
Uno atraviesa el umbral o desciende unos “seis pies” e ingresa a uno de los mundos burtonianos. Estos mundos suelen ser una inversión del nuestro y están habitados por los seres que pueblan los sueños o las pesadillas y que, todos sabemos, son reversibles. Pero si uno pacta con el narrador, si uno suspende la duda y atraviesa el umbral (que es etimológicamente una zona de sombra e incertidumbre), tiene la posibilidad de invertir la mirada y volver con otra perspectiva. Y tal vez descubre que el mundo de los normales, además de ser apagado y triste, mete miedo. Burton sabe que a los miedos, para que se vayan, hay que enfrentarlos. Después, uno es más fuerte y más alto tal vez, y llega a la conclusión de que del otro lado se está mejor que del lado de acá. Entonces, uno puede bailar con monstruos, espectros y esqueletos un bonito cuadro musical.
Los mundos de Tim Burton, por lo menos los que más recuerdo, los que quiero recordar, son artesanales. Y, hablando de artesanías, no hay técnica de animación más artesanal que el stop motion. Para hacer una película como Vincent o El cadáver de la novia siga las siguientes instrucciones: acomode un muñeco en algún decorado y tómele una foto, muévalo unos milímetros y click. Repita el procedimiento hasta la extenuación, el vértigo o la locura. La persistencia retiniana hará el resto. El stop motion es el más frankensteiniano de los procesos del cine porque el animador es un titiritero con la capacidad de crear vida: los hilos no se ven.
Hay otros mundos dentro del nuestro, eso lo sabe cualquier niño y lo olvidan la mayoría de los adultos. El pasaje de un mundo a otro es algo simple pero único: un ticket dorado, una voz que empieza había una vez, una melodía de Danny Elfman.
Algunos de estos mundos están construidos, además, con materiales poco nobles, son mundos de cartón piedra. Fue grande mi sorpresa cuando descubrí que la Ciudad Gótica que tanto me sorprendió de niño era una maqueta. El mundo donde Batman persigue y es perseguido por el Guasón y el Pingüino; era un mundo a escala. Hay una maqueta de la ciudad en Beetle Juice, pero el colmo del barroquismo es alcanzado por Burton en Ed Wood. Hollywood es una maqueta; dentro de ésta, los personajes construyen maquetas y decorados, cada vez más chatos, más berretas, copias de copias de copias.

Con el tiempo y el avance de la tecnología, van desapareciendo las maquetas del cine de Burton, siendo reemplazadas por arquitecturas digitales. Boston y el pueblo de Sleepy Hollow son todavía tangibles y materiales pero la Londres de Sweeney Todd y la fábrica de Willy Wonca son digitales. El Underworld de Alicia es digital y 3D y más allá de que se nota la mirada personal del director en el diseño de esos nuevos universos (las posibilidades de los efectos digitales no tienen coto), están cubiertos de una pátina brillosa y chillona que hace extrañar su etapa “analógica”.
Elogio del fracaso
Pierre Menard creía que las únicas empresas dignas de ser afrontadas son las que están condenadas al fracaso; Edward D. Wood Jr. dedicó su vida a esa premisa y Burton rodó su historia. Ed Wood es un biopic sobre el peor director de la historia del cine, dudoso privilegio que no vamos a discutir. Lo que importa es cómo nos narra Burton la vida de este titán de la derrota, que sale de cada golpe con más fuerza y con la mirada alucinada de un santo. Burton se empapa del cine de Wood y hace que todo el universo del film se corresponda con la visión del director de la peor película de la historia. (Sí, Ed Wood anota en todos los rubros del mal cine).
Ed Wood filmaba rápido, en ínfimas condiciones de producción, en sets chatos, llenos de cachivaches de película de ciencia ficción y horror serie B de los años 50. También reciclaba material de archivo que robaba a los grandes estudios. Cuando un productor veía la película (cuando había un productor) y enunciaba su juicio, Wood respondía: “¿De verdad? ¿La peor película que vio en su vida? La próxima será mejor”. Cuando filmar es tan difícil y vital, cada toma tiene que ser perfecta, hermosa y ¡se imprime!

Nuestro director es un marginal y se mueve en la última frontera de la industria del cine, al borde de la exclusión total. En un mundo feroz, la única manera de subsistir es uniendo fuerzas. Entonces, con su banda de perdedores, que incluye estrellas de cine de terror venidas a menos, luchadores de catch y otros amateurs con vocación actoral, se pone a hacer el cine más libre que sepa conseguir.
Ed Wood está filmada en blanco y negro, que es la gama de colores con la que soñamos. Alguien dijo una vez que el cine era el sueño de la humanidad. Hollywood, por su parte, es conocida como la fábrica de los sueños. Pero el Hollywood que nos muestra este film es monstruoso y se alimenta de la carne de todos los que llegan a las puertas de sus estudios buscando hacer su entrada al estrellato. Para Ed (y para Burton) ese mundo carece de entidad. Si el mundo es una maqueta, uno puede elegir en qué decorado vivir, uno con efecto de realidad o uno lleno de vapores, bobinas Tesla y zumbidos de theremin. Sólo falta invitar a los amigos y a todos los que se animen a cruzar el umbral. ¿Venís? Te aceptamos ¡Uno de nosotros!
1Burton no dirigió El extraño mundo de Jack pero supervisó cada uno de los aspectos del film. La dirección estuvo a cargo de Henry Selick.↩
2Ed. Wood es Johny Depp. Johny Depp, todos lo sabemos, funciona en la filmografía de Burton como su sosías. Ergo, Tim es Ed. Ed Wood es, tal vez, el testamento fílmico de Burton, quien para la crítica, está siempre en la delgada línea que separa al genio del cineasta sobrevalorado.↩
