El Proyectorista

©VLOVEstudio a Pedal

La ciencia no me interesa. Me parece presuntuosa, analítica y superficial. Ignora el sueño, el azar, la risa, el sentimiento y la contradicción, cosas todas que me son preciosas.

Luis Buñuel

Cuando estas frente a un viejo proyector de 35 mm encajado en una pequeña sala de proyección, se disparan más que pensamientos. Se generan inesperadas reacciones químicas. Algunas de ellas te conectan directamente con recuerdos, esos ya caminados antes. Un poco, inclusive, raídos por las numerosas visitas de muestrario fácil.

A menudo, el cine vuela por nuestros recuerdos como algo más complejo y temerario que aquella película que vimos en un momento de nuestra cronología. El cine, como evento, como fenómeno social, nos conecta con épocas, calendarios de papel en hojitas blancas con números azules, veranos, otoños o inviernos (en las primaveras los generosos de sentimientos no van al cine, andan visitando otras puertas más carnales). El cine nos conecta con camisas y zapatos de temporada, colores y olores de almuerzos o cenas apuradas. Nos trae chocolate en los dedos y caramelos de menta en la boca.

El cine no siempre fue pochoclo, mucho menos palomitas y ni qué decir del pop-corn. El cine era y es compañía. Sueño. Momento de nadie más que esa-pantalla-y-yo. Y (yo) creyendo que eso es una ventana mágica.

Héctor no es sólo Héctor, es también Videla. Siempre le han dicho, aunque lo oculte con un tímido rosado en sus mejillas, Cumpita, y tiene manos de proyectorista. Manos como las del programador de software o del neurocirujano, claro. Sólo que las de él han repasado miles de kilómetros de historias en celuloide y acetato. Innumerables cuadros que crean movimiento. Es como un camionero de los sueños. El sonido de la cinta corriendo en el proyector ya está fijado en su subconsciente. Eso, para él, es el silencio. Y no hay que ser muy brillante para saber que sin silencio, no se puede vivir. Cada uno entiende sus silencios. Y El Cumpita lo rompió con nosotros de esta forma.

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Cuenta Conmigo

Yo en esto ya llevo 61 años. Empecé el 25 de Mayo de 1950. Trabajaba en una sala como portero, acomodador. Hasta que en un momento un colega me dio la oportunidad de animarme, aprender y quedarme. Así fue que me mantuve en esta profesión hasta ahora.

Anduve por casi todas las salas de San Juan, me quedaron muy pocas en las que no haya proyectado. En uno de los poquitos cines que no estuve, por ejemplo, fue en el viejo Cine Splendid. Al inicio, siempre trabajaba en la tarde en las salas, y en la noche lo hacía en cines de barrio.

Bajo fuego

Aunque no lo crean, lo nuestro es un trabajo definido como insalubre. No podemos trabajar más de seis horas al día. Inclusive había una época en que el cine era inflamable, el de las películas de celuloide, y recuerdo que en alguna oportunidad tuvimos que recurrir al tanque de agua para apagar el fuego del proyector. También me ha tocado andar a los trapazos limpios para apagar el fuego de algunos proyectores. Es que para que no se prenda fuego no teníamos que dejar calentar la lámpara. Ahora, en los proyectores nuevos, ya no ocurre eso. Hemos guardado los trapos de apagar el fuego, aunque en las salas hace calor al lado de los aparatos.

La película más larga que me tocó proyectar fue Titanic, tanto que a fuerza teníamos que hacer un intervalo en el medio para cambiar los rollos.

El cine funciona igual para una persona o para doscientas. Nos ha pasado de tener la sala vacía, sobre todo cuando teníamos muchas funciones. Inclusive si había una sola persona, la película se proyectaba igual.

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Me gusta esa que está ahí – nos decía señalando un poster que tiene en la sala de proyección – por cómo actúa, por como es. Esa de ahí es Catherine Zeta Jones. Y ella lo mira como asintiendo, sabiendo de su larga compañía en la sala. En algún momento, se quedarán solos y arreglarán cuentas.

El Rey León

Para mí, primero el trabajo y después la familia, aunque igual a mis hijos los he traído desde muy chiquitos al cine. Al poquito tiempo que nacían ya andaban por la sala, con mi señora también.

Mi hijo salió fanático igual. Estudió cine y actúa. Es Eduardo Videla, el mismo que hizo el personaje de Juan Jufré en la última película que se filmó sobre él.

3D(edos)

No me cabe que ahora el cine 3D se haga con un solo proyector. El verdadero 3D era con dos proyectores sincronizados, con la misma copia y sincronizando el mismo número de escena. Yo he tenido la dicha, el gusto, de trabajar con la verdadera tercera dimensión: ojo izquierdo y el ojo derecho, no como ahora. Me tocó proyectar tercera dimensión en películas como El Museo de Cera y El Monstruo de la Laguna Negra, entre otras.

Cadena Perpetua

Cuando llego a diario a casa, me limpio un poco y me siento a ver televisión. La suelo apagar después de las cuatro de la mañana. No paro de mirar películas.

No sé si estoy equivocado, pero para mí no hay cine malo. Me gusta todo el cine, aunque lamentablemente creo que el cine no se puede recomendar. Siempre puede haber un sonido, un escenario, una actuación que vale la pena. Y hay personas que no entramos al cine a ver sólo títulos.

Yo haría esto hasta el último día. Esto es mi vida, ya no lo puedo ver como un trabajo.

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Después de esto, se resistió con ganas de decir sí a las fotos. Hasta que accedió. Nos paramos en la sala abandonada de la planta alta del Cine Municipal. Es extraño ver un cine vacío, en desuso. Los cines son esas entidades que sin uso no sólo envejecen, sino que envejecen a quien los mira en ese estado. Pero Don Héctor no está viejo. Su alma está dentro del cine, y hay que hacer mucho esfuerzo para entender dónde empiezan las películas que proyecta y la vida que camina.

Quizás, definitivamente, no haya diferencia.

Todas mis películas son acerca de mundos extraños, mundos a los que nunca podrías ir a menos que los construyas y los reproduzcas en una película.

David Lynch

Don Celuloide y Mr. Acetato

El celuloide fue usado como soporte cinematográfico hasta el año 1940. A partir de ese año se comienza a usar triacetato de celosoide, con lo que se evitó el alto peligro de incendio en los cines y en los almacenes de películas. En la actualidad el triacetato de celosoide está siendo sustituido por el poliéster por ser este material más económico, aunque reduce la calidad de la imagen y de la proyección.

La película de acetato de celulosa fue presentada en 1934 como un reemplazo de las películas de nitrato de celulosa que había sido estándar anteriormente. Cuando se expone al calor, la humedad o los ácidos en la base de la película comienzan a deteriorarse hasta el punto de hacerla inservible, liberando ácido acético con un característico olor avinagrado, ocasionando lo que se conoce como 'el síndrome de vinagre'. La película de acetato todavía tiene algunas aplicaciones, entre las que está la base de las películas de cine. Desde los años 1980s, la película con base de poliéster (a veces llamado con el nombre comercial de la Kodak 'Base ESTAR') se ha hecho más común, en particular para usos de archivo. La película de acetato también fue usada como base para las cintas magnéticas antes del advenimiento de la película de poliéster.