¿Pontifex Maximus?

©VLOVRudi Pérez

Cada uno somos nuestro propio demonio y hacemos del mundo nuestro propio infierno.

Oscar Wilde

Pocas marcas pueden despertar tanto interés por sus productos como lo ha hecho Apple. Y, más específicamente, pocas personas pueden crear una necesidad de compra en su público como lo hizo Steve Jobs. Tras cada presentación suya, el público enloquecía de tan sólo escuchar las nuevas características de una computadora, una locura que en más de una ocasión ha sido comparada con el fanatismo religioso extremo donde cada conferencia es una misa; el símbolo sagrado, una manzana y el Papa, Steve Jobs. Como en toda religión, para las personas que no están dentro de ella, toda la parafernalia y el palabrerío les parece algo exagerado, loco y fuera de control, sólo justificable por los millones de seguidores que cuentan ansiosos los días para la salida al mercado del más reciente cacharro de metal.

En diversas ocasiones he escrito sobre Steve Jobs, siempre para bien, alabando su visión, su perseverancia y su poder de convencimiento. Pero quiero ver el otro lado de Steve Jobs, el que la gente fuera del “Appleisismo” ve, que no será nada fácil, lo admito, pero que promete ser directo, sin mirar de reojo esa manzana mordida que se encuentra al lado mío y que descansa en la parte posterior de mi teléfono celular.

El día en que Apple anunció la muerte de Steve Jobs pasaron no uno, sino dos minutos de silencio; ese silencio que precede a la tempestad de pésames, frases, citas, videos, actos de luto y toda esa clase de homenajes que se les rinde a las personas más influyentes del mundo. Las redes sociales estaban tapizadas con la memorable frase de “Stay Hungry, Stay Foolish” (que ni siquiera era del finado); había ofrendas a las afueras de las Apple Store (desde manzanas hasta computadoras Mac con la foto del líder); sitios web esparcían la noticia ofreciendo sus homenajes por el luto de la pérdida (el mismísimo Google lo incluyó en su página principal) y ningún gigante de la tecnología quedó fuera de comentar la pérdida.

Es mejor ser un pirata, que enlistarse en la marina.

Steve Jobs

Las comparaciones llegaban de todos lados; muchos insistían en la pérdida de un visionario, de un genio (tal y como se mostraba en la página principal de Apple), un humanista y el mejor jefe que hayan podido desear. Los videos que sirvieron de tributo para Steve Jobs contenían cualquier cantidad de fotografías sobre él, pero el más usado fue el comercial de Apple en 1997 con un discurso titulado “Here’s to the crazy ones”. En el video salen imágenes de varios hombres que han cambiado de alguna u otra manera al mundo con sus inventos y sus descubrimientos. En algún momento, alguien hizo una brillante comparación con Thomas Alva Edison y es entonces cuando se dividen las opiniones.

Steve Jobs no tuvo influencia en mis diseños de las computadoras Apple I y Apple II, pero hizo lo más importante para volverlas un producto que cambiaría el mundo. No lo niego.

Steve Wozniak, co-fundador de Apple

¿Qué de lo que se dijo de Steve Jobs es cierto? ¿Un visionario? Sí, pero no de todos los avances que se le adjudican. Era deshonesto con su primer socio, Steve Wozniak, quien fue el verdadero genio detrás de la primera computadora Apple y el éxito comercial de Apple II. Sin embargo, en más de una ocasión, Steve Jobs no fue sincero con él, quedándose con la mayor parte de las ganancias, aunque habían acordado un trato del 50-50.

¿Un genio? Quizás. Aun cuando en un principio la idea de un “mouse” y de una interfaz gráfica para las computadoras la robó de un prototipo de la compañía Xerox. Uno de los mayores y más recientes éxitos, la Apple Store, no fue de su autoría. De hecho, según la biografía oficial escrita por Walter Isaacson, Steve era renuente a incluir a terceros en el desarrollo de software para Apple.

¿Un humanista? Seguramente que no. Mientras que el invento de Thomas Alva Edison, el foco tradicional, es un cambio radical en la vida de las personas a nivel mundial, de acceso público y de repercusiones en la evolución del hombre, lo que Steve Jobs aportó fueron inventos que en su mayoría no benefician a nadie más que a un puñado de personas que tienen el poder adquisitivo para adquirir un producto Apple, costosos incluso comparándolos con equipos de sus mismas características pero de otras marcas. La sensación de pertenecer a una élite es lo que ofrecen los productos con una manzana, y eso dista mucho de la definición de humanista. El mundo tiene necesidades creadas gracias a los inventos de Steve, pero tiene necesidades satisfechas gracias a los de Alva Edison.

Por último, ¿El mejor jefe? Claro, era el único CEO de la historia que ganaba un dólar al año en concepto de sueldo, pero eso no lo acerca a ser un buen jefe. Existen muchas referencias en libros, películas, blogs e incluso directamente de los mismos empleados, de que Steve no exigía nada menos que perfeccionismo. Debido a su obsesión por los detalles llegaba al extremo de gritar, denigrar y desacreditar el esfuerzo de las personas a las que dirigía. Fue un gran expositor de ideas, que daba una imagen de ligereza y amabilidad, pero fuera de los reflectores era estricto al punto de haber sido golpeado por más de uno de sus empleados por la presión que ejercía sobre ellos. Aunque, aun así, era un jefe que contaba con el 98% de apoyo por parte de sus trabajadores.

No es difícil ver el gran hombre que fue Steve Jobs, y es innegable que su vida merece ser recordada, analizada y superada en varias medidas. Pero tras todos esos puntos fuertes que se ensalzan de una persona cuando muere, está también el ser humano que tenía tanto defectos como virtudes, claros y oscuros, buenos y malos días. Y todo esto, con un poder tremendo.

El día de hoy, Apple se encuentra sólida como empresa, plena de ganancias y con un séquito de personas que comprarán prácticamente cualquier dispositivo con una manzana impresa en él. Pero esa compañía, esa empresa, esa religión, ha perdido a su fundador, su líder, su Papa más carismático y eso no le sienta bien. Será quizás tiempo de demostrar que son algo más que un ícono en la industria y eso no será nada fácil. Cualquiera que intente tomar el guante de Jobs, sentirá en sus hombros el peso de todo lo que éste dejó en el camino, incluyendo sus santos, sus deidades y sus infiernos. Y en eso de ser Dios y el Diablo a la vez, Mr. Steve tenía suficiente práctica.

El mundo sigue siendo el mismo. Sólo que hay menos en él.

Capitán Sparrow, Piratas del Caribe